viernes, 30 de marzo de 2012

UN RESERVORIO SECO

Considerando que este es un tema que desnuda las miserables ofertas de Yanacocha (laguna desparecida por la insana ambición de los, una vez más, dueños del Perú) para lograr la desaparición de otras lagunas en Cajamarca, gloso este importante artículo de denuncia.
 Por César Lévano en La Primera 30/03/2012
El 28 de abril de 2008, el entonces Presidente Alan García inauguró, en presencia de funcionarios de la minera Yanacocha, el reservorio San José, que, según el jefe aprista, iba a dar agua para toda Cajamarca y para todos los canales de riego afectados por la actividad minera. Cuatro años después, el reservorio está, para recordar a Vallejo, “sin probar ni agua de lo puro triste”.
García había dicho, sin embargo: “Los que dicen que la minería siempre destruye, están pensando en el siglo XIX, pero no han visto experiencias como se ven en el resto del mundo, donde al lado de ciudades tan importantes están las minas apenas a un kilómetro de distancia y aquí estamos buscándole tres pies al gato”.
García terminó su enésimo discurso con este lema: “Optimismo, entusiasmo, futuro. ¡Viva el Perú!”.
Ayer, el congresista Jorge Rimarachín, separado de Gana Perú, y el presidente regional de Cajamarca, Gregorio Santos, recordaron los excesos verbales del expresidente, confrontándolos con la realidad: el reservorio no tiene agua, a pesar de que ya pasó la estación de las lluvias.
Detrás del optimismo panglossiano de García estaba el interés de Yanacocha, que ahora arremete a favor del proyecto Conga con los mismos argumentos que esgrimió respecto al reservorio San José y que el mandatario aprista repetía como un loro, sin duda movido por el resorte que él identificó con la frase memorable: “la plata viene sola”.
García había asegurado que San José iba a ser un Estadio Nacional repleto de agua.
La empresa alega que el reservorio está vacío porque se halla en mantenimiento. Es un argumento absurdo: el mantenimiento debía hacerse, en todo caso, antes de que empiece la temporada de lluvias, no ahora, cuando éstas están terminando.
Gregorio Santos ha señalado que la represa está vacía hace dos años, pero que está vacía por fallas estructurales. “Así funcionan las lagunas modernas de Minera Yanacocha”, ha ironizado. Añade que la represa almacenaba agua cianurada y vertía aguas no aptas para el consumo humano.
El estado de la construcción suscita dudas adicionales. Según la eufórica información oficial, el reservorio había sido construido a un costo de 25 millones de dólares. ¿Por qué, entonces, no sirve para nada?
Ese fracaso conduce a reflexionar sobre la fórmula empresarial de secar lagunas naturales a cambio de sustituirlas por reservorios. El problema no es sólo de una construcción fallida, como la de San José, sino del ecosistema deformado por la propia explotación minera.
El entusiasmo por cierta minería debería evitar los excesos verbales y atenerse a los dictados de la experiencia y la técnica. Grave culpa se asumiría al imitar la ligereza del doctor García

martes, 6 de marzo de 2012

85 años de soledad

Por considerar de sumo interés lo reseñado hoy por el Maestro César Lévano en el editorial de La Primera, lo consigno para compartirlo con quienes visitan mi blog. Mis amigos.


Gabriel García Márquez cumple hoy 85 años de edad. Y de una gran soledad. Porque en la altura de la imaginación, en el cruce intenso de la poesía y la narración, en la concreción de una imagen imperecedera de Nuestra América, de sus dolores, de sus esperanzas, nadie lo iguala.
Su obra maestra, Cien años de soledad, el Quijote del siglo XX, ha sido traducida a 35 idiomas y ha vendido millones de ejemplares. La escribió en el exilio en México. Su pobreza era tal que cuando fue con su esposa, Mercedes, al correo a enviar a Buenos Aires el manuscrito de 590 páginas se dieron cuenta de que el dinero no alcanzaba para el pago. Decidieron enviar solo la mitad de las cuartillas. Al día siguiente empeñaron sus alhajas baratas, pero se percataron, con enojo de doña Mercedes, que el día anterior habían remitido la parte final.
Gabo contaría años después que su esposa comentó: “Lo único que falta ahora es que la novela sea mala”.
En aquella época Gabo contó también que había llegado a Ciudad de México el 2 de julio de 1961, “un atardecer malva, con los últimos veinte dólares y sin nada en el porvenir”.
François Mitterrand, el presidente de Francia, lo describe en sus memorias como “un hombre parecido a su obra: sólido, sonriente, silencioso…, dueño de un desierto de silencio como solo las selvas tropicales pueden crear”.
Gabo había vivido experiencias novelescas, que nutrieron sus páginas. Por ejemplo, el “bogotazo” del día del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el liberal de izquierda amado por el pueblo. El joven novelista vio arder sus pertenencias: dos o tres camisas.
Cuando vivía en Cartagena, practicó el periodismo. Muchos años más tarde explicó: “Nosotros no hacíamos entrevistas, porque no nos interesaba lo que un personaje decía, sino lo que era”. Sus amigos lo recuerdan como un lector impenitente de las grandes novelas y de la gran poesía: Vallejo, García Lorca, Pablo Neruda, Miguel Hernández.
Hay un libro extraordinario que por casualidad adquirí en Cartagena, hace doce años: Cómo aprendió a escribir García Márquez, de Jorge García Usta. Se lee ahí, por ejemplo:
“Un elemento de La Hojarasca, el de sus vinculaciones con el mito sofocleano, involucra a uno de los miembros del grupo de Cartagena, Gustavo Ibarra Merlano…

“Sobre Ibarra, ha contado García Márquez que:
“(…). llegó un día y me dijo: todas esas cosas que lees están muy bien pero no tienen piso. Te hace falta una base y durante dos años me dio una mano de griegos y latines (sic), por la cual le estaré agradecido toda la vida. No es que me prestara a Sófocles; es que me obligaba a estudiarlo, punto por punto, y luego me hacía examen”.
El capítulo de Cien años sobre la matanza ordenada por la bananera, la United Fruit (tres mil muertos), lo ha escrito el trágico mayor de América.