sábado, 3 de marzo de 2018

LOS DINEROS DE LA CAMPAÑA: ¿GASTO ELECTORAL O “INVERSIÓN COIMERCIAL”?


“..la expansión de la democracia, la creciente
complejidad de los procesos electorales
 y la conciencia de los riesgos que la corrupción
 supone para la viabilidad de los sistemas
democráticos, han situado al financiamiento
 de la actividad política en el centro de
 la discusión pública en todo el mundo”.

Daniel Zovatto, Presidente de IDEA
 INTERNACIONAL en Seminario Internacional
 “Financiamiento de la Política en el Perú”. Lima 2014.

El próximo proceso electoral que se celebrará en nuestro país para elegir los siguientes gobernadores y consejeros regionales, alcaldes y concejales del Perú, ha sido convocado a través del Decreto Supremo Nº 004 – 2018 – PCM, de fecha 09  de Enero del presente año y obligatoriamente, así lo estipula la Ley Electoral, los ciudadanos deberemos concurrir a depositar la expresión de nuestra voluntad el día domingo 7 de Octubre (que mala fecha).
Algunos, optimistas cuando se conversa del tema expresan que ese día tenemos la oportunidad de cambiar el destino de la Patria, otros como yo, más bien pesimistas, nos preguntamos, al borde de la desesperación, si ese aciago día contribuiremos una vez más, con la expresión de nuestra voluntad, a convertirnos en cómplices en la elección de los nuevos incapaces, o los nuevos “choros” de cuello y corbata que pondrán a nuestras sufridas circunscripciones, ciudadanos incluidos, en el tramo final del caos total.
Porque, a ver: ¿ Podemos decir que vamos a elegir a las nuevas autoridades, cuando el principio de autoridad, que se expresa en la capacidad de hacer cumplir la ley, ha desaparecido en nuestro país y más bien las “autoridades” hacen malabares para violarlas, siempre que aquello garantice nuevos recursos en sus bolsillos?. Primera conclusión entonces: No elegiremos nuevas autoridades. Elegiremos a los sucesores de la incompetencia y de la delincuencia institucionalizada de la que somos, para colmo, “mudos testigos”.
La pregunta que sigue es: ¿cómo nos hemos permitido llegar a esta desgraciada situación?. Respuestas pueden haber muchas y para todos los gustos, pero hay una que, creo yo, es la más determinante: la perversa legislación electoral que no garantiza el acceso a la gestión pública vía elección del ciudadano común y corriente, sin recursos económicos para financiar una costosísima campaña electoral aunque tenga propuestas consistentes para mejorar la gestión del desarrollo local y regional. La razón para este tamaño despropósito, ya superado en los países del primer mundo al que alucinadamente aspiramos, es que postular a ejercer función pública vía elección, es un asunto privado, del que el estado debe desentenderse porque es asunto privado del candidato o en última instancia, del partido u organización política que lo “lanza”.
Así pues, al no haber valorado adecuadamente los factores que inciden en la falta de igualdad de condiciones en la competencia electoral, el financiamiento, uno de ellos, quizá el más importante, los legisladores por incapacidad o conveniencia político partidaria han legislado para posibilitar que esa tara del sistema electoral se mantenga y sirva para manipular groseramente la voluntad de un electorado que carece por completo de un ejercicio consciente de ciudadanía.
De modo tal que al no existir regulación del financiamiento (la última modificación hecha a la ley es una invitación a delinquir, pues establece que los partidos sólo están obligados a rendir cuentas después de concluido el proceso electoral), muchos grupos de interés (interesados más que en gestionar el bienestar de la ciudadanía, en sus propios intereses) incursionaron y seguirán incursionando en “política” haciendo grandes inversiones a fin de capturar el cargo que daba acceso a un importante monto de recursos económicos que podían administrar en su propio provecho o en el del grupo o grupos que habían hecho la apuesta financiera por él o ella.
El reporte de gastos de campaña en los sucesivos procesos electorales en el Perú (Transparencia, 2017), indica que conforme crecieron los recursos de que disponía el presupuesto público nacional y por ende las reparticiones subnacionales, los gastos o “inversiones” en las campañas electorales creció de una manera sorprendente.



Y el financiamiento ilegal, ahora bajo investigación (caso lava Jato, entre otros), se camufló, al parecer a través de la simulación de rifas, polladas, cócteles y mil formas más de “actividades proselitistas” a través de las cuales se buscaba legitimar la procedencia de parte de los recursos gastados y reportados a la ONPE. Al respecto, se han presentado casos de aportes en efectivo reportados a ONPE, realizados por personas que en procesos de investigación fiscal en curso actualmente, han manifestado que nunca participaron porque no estaba al alcance de sus posibilidades económicas).
En nuestra región luego de la convocatoria al proceso electoral, ha empezado con fuerza la campaña de los mal llamados “precandidatos”, en realidad eternos candidatos que cual saltimbanquis van de un grupo político a otro tratando de alcanzar ser ungidos en las magistraturas  del poder regional o municipal y ya podemos ver el despliegue de propaganda que tiene altísimos costos económicos. Cabe entonces la pregunta: ¿Es tan grande la vocación de servicio de estos personajes que no dudan en quedarse en la miseria por tentar la elección a un cargo que no tiene una remuneración que les permita recuperar lo gastado en la campaña electoral?. ¿Cómo y quién aporta con tan buena intención sabiendo que, aún ganando su preferido no podrá recuperar lo aportado?.
Todos quienes seguimos de cerca estas peligrosas incidencias, que una vez más nos ponen al borde de un nuevo descalabro, sabemos que la respuesta está en la ejecución de obras sobrevaloradas, en las innumerables adendas aprobadas sin mayor sustento, en suma, en la pésima calidad de los servicios que recibe una población que alejada de la organización que franquean las leyes nacionales, permite que estos viejos “vendedores de sebo de culebra”, sigan jugando con un futuro que no les corresponde manosear.
La receta que me permito sugerir, a quien quiera tomarla, es que el próximo 7 de Octubre, antes de depositar su voto en el ánfora regional y municipal, piense que lo que no se haga los próximos cuatro años o se haga mal afectará a quienes ahora están creciendo y aún no pueden defenderse de la felonía de las “autoridades” de turno que pretenden ser elegidos y que, lo mejor es votar por aquel ciudadano que sin hacer demasiada ostentación de medios, proponga trabajar junto a la población organizada y por favor NO VAYA A DEPOSITAR SU CONFIANZA en un SALTIMBANQUI que por tercera o cuarta vez pretende embaucarnos.


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