martes, 6 de marzo de 2012

85 años de soledad

Por considerar de sumo interés lo reseñado hoy por el Maestro César Lévano en el editorial de La Primera, lo consigno para compartirlo con quienes visitan mi blog. Mis amigos.


Gabriel García Márquez cumple hoy 85 años de edad. Y de una gran soledad. Porque en la altura de la imaginación, en el cruce intenso de la poesía y la narración, en la concreción de una imagen imperecedera de Nuestra América, de sus dolores, de sus esperanzas, nadie lo iguala.
Su obra maestra, Cien años de soledad, el Quijote del siglo XX, ha sido traducida a 35 idiomas y ha vendido millones de ejemplares. La escribió en el exilio en México. Su pobreza era tal que cuando fue con su esposa, Mercedes, al correo a enviar a Buenos Aires el manuscrito de 590 páginas se dieron cuenta de que el dinero no alcanzaba para el pago. Decidieron enviar solo la mitad de las cuartillas. Al día siguiente empeñaron sus alhajas baratas, pero se percataron, con enojo de doña Mercedes, que el día anterior habían remitido la parte final.
Gabo contaría años después que su esposa comentó: “Lo único que falta ahora es que la novela sea mala”.
En aquella época Gabo contó también que había llegado a Ciudad de México el 2 de julio de 1961, “un atardecer malva, con los últimos veinte dólares y sin nada en el porvenir”.
François Mitterrand, el presidente de Francia, lo describe en sus memorias como “un hombre parecido a su obra: sólido, sonriente, silencioso…, dueño de un desierto de silencio como solo las selvas tropicales pueden crear”.
Gabo había vivido experiencias novelescas, que nutrieron sus páginas. Por ejemplo, el “bogotazo” del día del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el liberal de izquierda amado por el pueblo. El joven novelista vio arder sus pertenencias: dos o tres camisas.
Cuando vivía en Cartagena, practicó el periodismo. Muchos años más tarde explicó: “Nosotros no hacíamos entrevistas, porque no nos interesaba lo que un personaje decía, sino lo que era”. Sus amigos lo recuerdan como un lector impenitente de las grandes novelas y de la gran poesía: Vallejo, García Lorca, Pablo Neruda, Miguel Hernández.
Hay un libro extraordinario que por casualidad adquirí en Cartagena, hace doce años: Cómo aprendió a escribir García Márquez, de Jorge García Usta. Se lee ahí, por ejemplo:
“Un elemento de La Hojarasca, el de sus vinculaciones con el mito sofocleano, involucra a uno de los miembros del grupo de Cartagena, Gustavo Ibarra Merlano…

“Sobre Ibarra, ha contado García Márquez que:
“(…). llegó un día y me dijo: todas esas cosas que lees están muy bien pero no tienen piso. Te hace falta una base y durante dos años me dio una mano de griegos y latines (sic), por la cual le estaré agradecido toda la vida. No es que me prestara a Sófocles; es que me obligaba a estudiarlo, punto por punto, y luego me hacía examen”.
El capítulo de Cien años sobre la matanza ordenada por la bananera, la United Fruit (tres mil muertos), lo ha escrito el trágico mayor de América.

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